martes, 13 de noviembre de 2012



Un oasis reconfortante

 

              La semana pasada  nos visitó Joaquín Berges. Su verbo fluido, divertido y ameno nos atrapó desde el minuto uno. En la coctelera de su discurso aparecieron juntos Harold Lloyd y la fruta del Jalón, Muñoz Molina y Los Roper. Endorfinas, risas, llantos, hipotensiones, Nanni Moretti y cientos de ideas, de conceptos, de recuerdos, que surcaban nuestra biblioteca a ritmo vertiginoso.  En su haber, además de honrarnos con su presencia y de regalarnos el placer de poder leer sus novelas, el conseguir juntarnos un jueves otoñal, más cerca ya de la noche que de la tarde, a una treintena de personas dispares. Padres, madres, profesoras y profesores, alumnos, amigos, que  fueron capaces algunos de realizar más de cien kilómetros de viaje para hablar de literatura, para expresar que hay historias que les siguen emocionando y divirtiendo, que siguen teniendo la necesidad de construir la realidad con lo que existe y con lo que desean que exista. Una tarde mágica que nos dejó crear alrededor de Joaquín Berges la cadiera imaginaria para contarnos las historias paralelas a las que Luis, Sandra, Carmen, Valle o Everest nos habían propuesto en la  sitcom que resulta ser “Vive como puedas” la novela que llevábamos entre manos.  Historias, que no hace falta a veces que verbalicemos, pero que sabemos interpretar, como la de Marisol que tras su jubilación sigue apareciendo puntualmente en nuestro Club de lectura buscándose la vida y el viaje para poder llegar hasta Épila o la de Carmen  que tras un día duro en lo profesional y en lo deportivo regresó al instituto a compartir la sonrisa y su reflexión con todos nosotros, como las de Elena,  Ignacio, Fernando, Mª José, Raúl, Daniela.. Historias como las de otros compañeros y compañeras, padres y madres, alumnos y alumnas  que hicieron un hueco entre lección y lección o modificaron su horario laboral para estar en la biblioteca del centro, hablando, soñando y riendo con un trozo de la vida de los otros y de nuestra vida abrigados por el  calor humano benevolente de la amistad, mientras afuera hacía mucho frío.

Fernando Pablo 

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